Hola a todos. Quiero en esta entrada contarles sobre mis impresiones durante mi primera y única visita a la ciudad de Sao Paulo hasta el momento. Esto fue en febrero del corriente año
Sin embargo, no fue fácil organizar mi viaje a esta ciudad. No fue precisamente debido a la conectividad aérea o a los precios, sino a un factor completamente diferente: mi entorno. Y es que durante lo seis meses que pasaron entre los primeros planes y el día que llegué al Aeropuerto Internacional de Guarulhos, fueron incontables las voces familiares, de amigos, de amigos de amigos, de viajeros y de los propios brasileños (excepto paulistanos, claro), advirtiendo que visitar la ciudad más grande de Brasil sería inútil, una pérdida de tiempo o una locura, por no hacer referencia a dichos más fuertes.
Es por tanto mi propósito en esta entrada, contarles mis impresiones sobre Sao Paulo, buscando echar abajo mitos e imágenes erróneas de la ciudad, aunque también confirmando algunas que son ciertas, pero que al fin y al cabo no evitan que darse la oportunidad una vez en la vida de conocer la ciudad más grande del hemisferio sur no valga la pena.
Avenida Paulista |
Las imágenes en esta entrada son todas de mi autoría y fueron tomadas durante mis días de viaje. ¡Clic para ampliar!
Nunca nadie te dirá que vayas
Uno de los primeros aspectos a aclarar para todo lo que estaré contando a continuación, es que durante mis 7 días en la urbe estuve casi todo el tiempo acompañado por personas locales, paulistanos del día a día, y que incluso me quedé en las casas de varios de ellos, lo cual pudo haber colaborado en mi visión optimista (¿o acaso más "realista" de los hechos?, eso lo dejo a juicio del lector).
Una posible explicación de la mala fama de la que goza Sao Paulo es la atención que recibe de los medios. Hacia el exterior es poca la información que llega, mientras que dentro de Brasil es la ciudad que monopoliza los reportes informativos y los medios (redes de televisión y periódicos tienen base aquí), contando entonces con grandes espacios para hablar de delincuencia y problemas urbanos (que al fin y al cabo son de los más "atractivos").
Otro factor que entiendo no menos importante es el siguiente: Sao Paulo no tiene playa. Ni siquiera queda en la costa, fortuna que tiene su tradicional rival, segunda ciudad y ex capital del país, Río de Janeiro, por lo que a priori se encuentra siempre fuera de los típicos circuitos turísticos de Brasil por no cumplir con el superdifundido y estimulado cliché de playa, samba, morros y caipirinha. Si consideramos esto, Sao Paulo podría ser clasificado perfectamente como destino Clase B, pese a sus edificios y lugares icónicos. Aún así no es cierto que paulistanos y aledaños no tengan cierta cultura playera, ya que a apenas 83 y 89 km se encuentran las ciudades de Santos y Guarujá (que también pude conocer), con una costa que realmente poco tiene que envidiarle a sus estados vecinos en calidad de agua y arena. También existen un montón de pequeñas ciudades vinculadas al turismo de sierra, por lo que alojarse en la ciudad sería un buen punto de partida. Aún así, la gente simplemente rechaza visitar la en algún momento de la vida: "no hay nada para hacer", dicen, "te aburrirás".
¿En serio? Pensamos en no ir ahí jaja, nos han dicho que es feo.Días después, para mi sorpresa, me escriben agradeciéndome por el consejo ya que están disfrutando mucho de la ciudad. Así que con esta premisa del sí se puede, sí debes darle una oportunidad, hablaré de la ciudad en sí.
La Nueva York del sur
Quizás a muchos les resulte absurda la comparación, pero soy testigo de que en la ciudad habita un crisol de nacionalidades y culturas. Por mencionar algunos, entre los 12 millones del municipio de Sao Paulo se cuentan comunidades de italianos, españoles, alemanes, japoneses, chinos, coreanos, peruanos y de nacionalidades africanas. El grado de internalización entre los paulistanos del modo de vida cosmopolita es tal de que nadie se sorprende de escuchar un idioma extranjero o un acento. De hecho, a mí jamás me preguntaron de dónde provenía.
A diferencia de otras grandes metrópolis del mundo, la mayor comunidad de origen asiático proviene de Japón. En ningún otro punto de Brasil o incluso del mundo, aparte del archipiélago nipón, existen tantos descendientes japoneses como aquí. Ellos son brasileños, de segunda o tercera generación por lo que la integración a la sociedad es completa. A veces somos los propios extranjeros que a priori intentamos separar a los asiáticos del resto de la sociedad brasileña (mentalmente, claro). Los únicos japoneses japoneses que encontré fue de hecho en el Barrio Liberdade (visita imperdible), donde la comunidad se da su merecido homenaje a través de cuadras de tiendas, restaurantes y decoración al estilo oriental, donde aún parecen refugiarse quienes conservan un acento o actitudes de alguna forma influenciadas directamente por sus consanguíneos.
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Rua Galvao Bueno en Liberdade |
Toda urbe de estas proporciones también marca tendencias y es foco de expresión de fenómenos contemporáneos, y es que Sao Paulo también hace las veces de un auténtico santuario LGTB. Proveniente de un país donde la legislación al respecto es amplia (matrimonio, unión concubinaria y adopción homosexual permitida), me sorprendió encontrar en la ciudad un altísimo nivel de tolerancia y expresión, que me atrevo a decir que no había visto siquiera en Buenos Aires y menos en Montevideo. Es muy común ver a parejas tomadas de la mano en espacios públicos, restaurantes, etc. No quiero parecer amarillista ni acaso intolerante, simplemente describo lo que observé como fenómeno, por lo que de antemano me disculpo por insistente. Siguiendo. La tolerancia también se da en el carnaval y en las discotecas.
Al igual que en Nueva York y en cualquier metrópolis, existen una serie de partes famosos y típicos cuya visita es casi obligada. El Parque do Ibirapuera es el primero en cualquier sugerencia, algo así como el Central Park paulistano. Allí se encuentran varios pabellones, un lago y museos (el Afro Brasil y el de Arte Moderna, entre otros), siempre con la mano mágica de Oscar Niemeyer, el ultrafamoso arquitecto brasileño cuyos proyectos son reconocibles a simple vista.Hablarles de parques también ayuda a vencer el mito de que Sao Paulo es puro cemento y gris. Bueno, no lo es tanto como se piensa. Otro de los parques que tuve la oportunidad de conocer es el parque conocido como Trianon, que realmente cumple la función de ser un pulmón en el medio de la ciudad (a mitad del recorrido de Avenida Paulista, precisamente). El paisajismo aquí pasa a segundo plano y el visitante se encuentra con vegetación densa, propia de la mata atlântica, el bioma característico de esta región, y que sirve como punto de descanso del sol y del ruido propio de ese sector.
Los parques no son los únicos lugares para conocer a pie. Pese al relieve que presenta la ciudad, increíblemente invita a ser caminada o recorrida en bicicleta (esto último no lo probé). En el peor de los casos, las subidas y bajadas pueden ser sorteadas en transporte público (hablaré de él más adelante). Hay una enorme presencia de bicisendas y en el centro hay gran cantidad de calles peatonales, además de una política vanguardista aplicada desde hace algunos años, propia de los tiempos que corren, por la cual los días domingo son cerradas al tránsito algunas avenidas (entre ellas la Paulista) y viaductos, lo cual saca a miles de paulistanos a las calles para disfrutar de espectáculos musicales, artísticos o simplemente salir a caminar respirando aire un poco más limpio y con menos ruido ambiental.
La ciudad por la noche cambia y tiene oferta para todos los públicos y gustos. De mi experiencia reconocí dos grandes centros de la movida nocturna: el barrio Vila Madalena y la Rua Augusta. En el primero se respira un aire bohemio y hay decenas de bares y pubs, además de que acumula en sus calles gran parte del arte callejero de la ciudad (el callejón conocido como Beco do Batman, donde los mejores artistas pintan sus graffiti).
Por su parte, la Rua Augusta merece un post entero sólo para hablar de ella así que intentaré ser breve. Su tramo de Avenida Paulista al norte, denominado Baixa Augusta, es un poco más cheek que Vila Madalena y concentra a lo largo de un kilómetro y medio todo tipo de discotecas y locales bailables, restaurantes, pequeñas tiendas temáticas o de diseñador y prostitución. Aquí se conjugan todos los estilos, todas las preferencias. Lo normal no es precisamente una categoría válida y cada uno va vestido como quiere: algunos homenajean a los 80 y 90, otros a los grandes artistas del rock, el rap o el funk. A veces ves gente vistiendo lo último en moda. Otros son drag queens. Todos vienen a divertirse. Ya hice referencia antes a la comunidad LGTB. En el amplio abanico de estilos de discotecas no encontré particularmente una gay-friendly (aunque asumo que las debe haber); en realidad la mayoría de los bailes tienen gran asistencia de este público sin necesidad de rotularse como algo-friendly. La gente simplemente va y es tolerada, e incluso se invita cordialmente a los asistentes a las fiestas, en los post en las redes sociales, a promover ese ambiente de tolerancia, advirtiendo que podrían ser expulsados quienes molestaran a alguien por su vestimenta u orientación. Mi experiencia fue precisamente en una de estas discotecas y me permitió comprobar todo lo que dije anteriormente.
Parque Tenente Siqueira Campos (o Trianon) |
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Concierto al aire libre en plena Avenida Paulista un domingo por la tarde |
La ciudad por la noche cambia y tiene oferta para todos los públicos y gustos. De mi experiencia reconocí dos grandes centros de la movida nocturna: el barrio Vila Madalena y la Rua Augusta. En el primero se respira un aire bohemio y hay decenas de bares y pubs, además de que acumula en sus calles gran parte del arte callejero de la ciudad (el callejón conocido como Beco do Batman, donde los mejores artistas pintan sus graffiti).
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Rua Augusta y Avenida Paulista, sábado a la noche. |
A la hora de comprar hay opciones para todos los bolsillos. Apenas en la Avenida Paulista hay cuatro shoppings, y muchos más en otras zonas. Ferias como la de República y el entorno de la Rua 25 de Março ofrecen todo tipo de cosas concebibles: ropa, bazar, artesanías, pinturas, coleccionables, etc. Y toda ciudad cosmopolita no puede no tener tiendas de temáticas muy específicas o con productos importados exóticos (desde todo tipo se frutas en el Mercado Municipal hasta productos de bazar japoneses y de gran calidad en Liberdade), así como marcas famosas y caras (en la alta Rua Augusta pueden encontrarse). Todo en tamaño XL, acorde al tamaño de la ciudad. La Livraria Cultura es un ejemplo de esto, con 3 pisos y miles y miles de libros en categorías de las más específicas.
Al igual que la Gran Manzana, Sao Paulo es la ciudad brasileña que nunca duerme. Algunas zonas tienen movimiento todo el día, e incluso existen establecimientos 24 horas de todo tipo, desde supermercados hasta gimnasios, restaurantes y consultorios médicos. En mi caso encontré también puestos de diarios y revistas y pude conocer el bar lanchonete Estadão, un clásico de la ciudad donde la gracia es precisamente visitarlo a altas horas de la madrugada.
Al igual que la Gran Manzana, Sao Paulo es la ciudad brasileña que nunca duerme. Algunas zonas tienen movimiento todo el día, e incluso existen establecimientos 24 horas de todo tipo, desde supermercados hasta gimnasios, restaurantes y consultorios médicos. En mi caso encontré también puestos de diarios y revistas y pude conocer el bar lanchonete Estadão, un clásico de la ciudad donde la gracia es precisamente visitarlo a altas horas de la madrugada.
La identidad Paulista(na)
Si has llegado hasta aquí y te preguntas la diferencia entre paulista y paulistano, son los gentilicios de quien vive en el estado y en la ciudad homónima, respectivamente.
Sao Paulo no es sólo la mayor ciudad del quinto mayor país del mundo, sino también capital del estado del mismo nombre, que ya de por sí tiene un enorme peso en población y economía (44 millones, mayor a varios países latinoamericanos incluido el del autor). Allí se conjugan las historias de infinidad de personas de un estado con gran identidad propia. El lema de la ciudad, Non ducor; duco ("no soy conducido, conduzco") nos recuerda que aquí se encuentran todas las instituciones y edificios de gobierno estatal. Insistir en este detalle parecería a primera vista una obviedad, pero no lo es. Muchos olvidan que visitar la ciudad también es conocer la identidad de toda una región de Brasil, que tiene sus costumbres, su acento, su jerga y su historia. Son todos elementos que merecen ser descubiertos.
Centro de Sao Paulo |
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Edificio Banespa |
Siguiendo la línea con la que comenzaba en varios párrafos atrás, Sao Paulo tiene en sus venas ser el foco de expresión de las principales preocupaciones de los brasileños. La Avenida Paulista (a la que me referiré por enésima vez) es el lugar habitual de protestas de diferentes dimensiones, que captan rápidamente la atención de los medios por la simbolicidad que se le atribuye. Las imágenes de las protestas masivas contra el gobierno de Dilma Roussef en 2015 fueron vistas por millones de televidentes, y estoy seguro que su impacto no hubiese sido el mismo si hubiera ocurrido en otro lugar. No quiero entrar en el debate de quién protesta contra qué y cómo. Ya en 2017, durante mi vista observé en pocos días un campamento del Movimento Sem Terra (muy conocido y con fuerte presencia e influencia en Brasil) en una de las esquinas de la avenida, y días más tarde me encontré con todo lo contrario: dos hombres aprovechando el movimiento del domingo para protestar en pro de una intervención militar en el país (sobre ambas experiencias tal vez hable en otra oportunidad ya que no es la intención hoy). Dos días antes de publicar esta entrada, una protesta a nivel país en contra del sistema de jubilaciones propuestas por el gobierno de Michel Temer tuvo precisamente su mayor versión aquí.
De varios locales escuché que el paulistano "se queja de todo", lo que de alguna forma acierta ese aparente alto interés por los temas nacionales. También parece explicar el debate público que vi en torno a su nuevo prefeito (alcalde), João Dória, en el foco por asuntos como la "guerra del spray", debate que ya es de alcance nacional (nuevamente se confirma el centralismo de la ciudad). No encontré un ciudadano que no tuviese una opinión al respecto de su nuevo alcalde, siempre que pude preguntar. Todo esto, quizás sin saber que en Montevideo también es común escuchar el "quejarse de todo", y seguramente en muchas ciudades de la región y del mundo también sea así.
Otro aspecto identitario es su clima, pese a que el tiempo meteorológico fue inusualmente benigno conmigo. La ciudad es conocida como terra da garoa, es decir la tierra de la llovizna, ya que es común que el cielo se cierre y se abra dando paso a una lluvia fina y pasajera. Si bien febrero acostumbra ser el mes con mayores lluvias en el año, puedo agradecer que no llovió durante los 8 días que pasé en la ciudad, y que apenas viví unos 20 minutos de garoa un día. En realidad, ya había llovido fuertemente hasta la semana anterior. Suerte de gringo, le dicen. Mi paraguas indispensable ciertamente se quedó con ganas de abrirse. En el peor de los casos, según atestiguan mis amigos, la venta de paraguas-de-un-sólo-uso es masiva y accesible, siempre y cuando de verdad se necesiten, puesto que viajar en metro o caminar debajo de la gran cantidad de techos que hay en las aceras no genera mayor inconveniente. En resumen, no dejen de visitar la ciudad "porque llueve". El clima veraniego tampoco me resultó molesto, ya que a la sombra se puede estar bien siempre que se esté hidratado (como en casi cualquier ciudad grande de Brasil, venden agua en todos lados), y de noche el aire puede tornarse hasta un poco más fresco de lo esperado.
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Blocos de carnaval "barrial" en Pinheiros (arriba) y masivo en Barrafunda (debajo). |
Cómo cerrar esta sección sin hablar del carnaval. No todo en Brasil es carnaval al estilo de Río o Bahía (sin desmerecer en absoluto ambas expresiones); estos varían de estado a estado y el de Sao Paulo también tiene sus detalles, empezando por que la modalidad más común es la del carnaval de rua, a través de los denominados blocos de carnaval (es decir, no esperen ver algo parecido al Sambódromo). La modalidad funciona así: un pequeño y alto camión con potente sistema de audio, cantantes, bailarines, conocido como trio elétrico, va moviéndose lentamente por las calles durante toda una tarde en un barrio elegido, y las personas. En resumen, un gran baile a la luz del día, donde todos van disfrazados de algo, los hombres generalmente con cosas de mujer. Las botellas de agua y latas de cerveza están a la orden del día. La versión paulistana del bloco incluye generalmente música funk, pero también forró, axé, y hasta sertanejo. Los hay de todos los tamaños y concurrencias. A veces encontrarás una esquina con un trio eletrico pequeño y como mucho 150 o 200 personas alrededor. Otras veces los asistentes se cuentan por miles y la zona de influencia del bloco es de varias cuadras a la redonda, de una masividad que puede permitirse sólo Sao Paulo o su archirrival-que-no-voy-a-volver-a-mencionar, por lo que generalmente se destinan espacios como avenidas y plazas grandes. A estos últimos también generalmente asisten artistas famosos (desde funkeros locales a artistas de la talla de Daniela Mercury, que cerró el carnaval 2017 en la ciudad).
El resultado es que los jóvenes paulistanos se lancen a las calles y se encuentren con sus vecinos de todos los barrios de la ciudad; aquí ya no importa el origen social, raza, opción política o sexual. La crisis política y económica parece sentirse cada vez más en Brasil, pero el carnaval permanece intacto, y algunos medios han informado que hubo incluso más blocos y asistencia que el año pasado. Para vivir todo esto, no hay que olvidarse de que la visita debe ser durante el mes de febrero. Y claro, es una experiencia sólo para quien tolera grandes muchedumbres y calor.
Problemas de ciudad grande no son sorpresas

Empezaré por la contaminación. Recuerdo dos momentos concretos donde se hizo evidente y me generó cierta sensación de desagrado. Ambos fueron en las últimas horas en la ciudad, lo cual asocio a una atmósfera cargada de polución (recordemos que prácticamente no llovió durante mi visita). El primero fue mientras recorríamos el Parque da Independência, caracterizado por su forma larga con un suave desnivel, que deja al Museu Paulista a varios metros por encima del Monumento à Independência. Fue al volver a la parte alta que sentí un olor fuerte a combustible quemado que invadía toda el área. Ese olor que yo siempre le he llamado irónicamente "olor a Brasil" (a combustible menos refinado y con azufre, que explica el olor), en esta ocasión lo pude sentir intensamente al punto de molestarme. El segundo momento fue durante el despegue desde el Aeropuerto de Congonhas: allí pude observar toda la ciudad, con una notable bruma que cubría buena parte de ella. Este problema este problema es propio de ciudades como Santiago de Chile y aquellas donde el relieve frena los vientos. Ignoremos la limpieza de la ventanilla en la foto que muestro a la derecha, y consideren que la contaminación era evidente ya que días atrás había observado un espléndido panorama de Sao Paulo con un horizonte mucho más definido.
Otro problema visible y que generó impresión en este visitante uruguayo fue la indigencia. Este problema me pareció particularmente notorio allí ya que cientos de mendigos se agolpan en espacios con sombra y techo, a veces incluso con sus propias carpas. Si su presencia se acentuó debido a la crisis que vive el país o es un problema endémico de la ciudad, prefiero no indagar en ese asunto. Lo cierto es que me impresionó tanto la cantidad como los efectos que tiene en los espacios públicos de la ciudad: el olor a heces y meo es muy fuerte en lugares como el Masp (en plena Avenida Paulista) o la Praça da Sé. De todas formas no es un aspecto para desanimarse demasiado ya que este club de ciudades tiene otros miembros más icónicos, como Los Ángeles o París (según reportes), que también tienen importantes niveles de indigencia y problemas sanitarios derivados.
Hasta aquí he hablado de dos problemas que estoy seguro que la mayoría de los lectores no tenían en consideración en primer lugar, y es precisamente ese el que he dejado para el último lugar: la seguridad. Y este asunto definitivamente es muy relativo.
Al igual que con el asunto de la contaminación, también recuerdo dos episodios concretos de inseguridad en la ciudad, y coincidentemente (o no) ambos sucedieron en el centro histórico. Del primero fuimos testigos yo, mis amigos y todo el grupo de recorrida guiada: en la esquina del Teatro Municipal de Sao Paulo, en dirección al famoso Viaduto do Chá, vimos como un niño de entre 12-15 años le arrebataba el celular a un transeúnte y huía en bicicleta. Lo que vi a continuación me impresionó más aún: el joven hurtador fue bajado de la bici a golpes por un hombre adulto al tiempo en que más personas comenzaban a acercarse, algunos para insultarlo y otros para golpearlo más. En vista de que aún no se presentaba ninguna autoridad, el grupo dejó huir al ladrón, ya sin su bicicleta, la mochila ni el celular. La escena me permitió un poco reflexionar sobre el hartazgo de gran parte de la sociedad paulista y brasileña de la delincuencia, que alimenta el fenómeno relativamente peligroso de la justicia por mano propia y que al menos en mi país no ha dado buenos resultados, por lo que asumo que en Brasil tampoco.
El segundo episodio fue el domingo al mediodía en el entorno de la Praça da Sé (kilómetro cero del Estado), prácticamente vacío y cuyos únicos moradores visibles son los mendigos, a los que ya me referí. Un error de turista (acostumbrado, por ejemplo, al centro de Buenos Aires, abierto los siete días de la semana) me llevó a mí y a mi amigo a recorrer las calles solitarias que días atrás habíamos visto llenas de vida. En una de las calles peatonales un niño que venía de frente nos cerraba lentamente el camino, pero un buen movimiento y un poco de atención evitó que recordásemos ese momento por otra cosa. Decir que pese a esto, la presencia policial en la ciudad es relativamente abundante, y más aún en esquinas clave. Pero allí no había nadie.
El segundo episodio fue el domingo al mediodía en el entorno de la Praça da Sé (kilómetro cero del Estado), prácticamente vacío y cuyos únicos moradores visibles son los mendigos, a los que ya me referí. Un error de turista (acostumbrado, por ejemplo, al centro de Buenos Aires, abierto los siete días de la semana) me llevó a mí y a mi amigo a recorrer las calles solitarias que días atrás habíamos visto llenas de vida. En una de las calles peatonales un niño que venía de frente nos cerraba lentamente el camino, pero un buen movimiento y un poco de atención evitó que recordásemos ese momento por otra cosa. Decir que pese a esto, la presencia policial en la ciudad es relativamente abundante, y más aún en esquinas clave. Pero allí no había nadie.
Más allá de esos dos episodios memorables, insisto con que la diferencia entre la percepción de seguridad que me dieron antes de llegar y la que yo tuve allí es abismal. Estuve alojado en Vila Mariana (cerca de Avenida Paulista) y puedo afirmar que jamás sentí un miedo real de ser asaltado, ni vi individuos amenazantes. Las primeras veces, por supuesto, me costó un poco por no conocer la ciudad, pero rápidamente esa sensación desapareció. Circulé a medianoche y a primera hora de la mañana por las calles, incluso con todas mis cosas del viaje (maleta, bolsa y mochila) sin problema ninguno. Caminé la mencionada Paulista casi de punta a punta cerca de las 11 pm y tampoco sentí miedo, y días después repetí la experiencia bajando por la Rua Augusta, donde la cantidad de jóvenes despreocupa a cualquiera. Claro, quizás sea por estar en barrios frecuentados, céntricos y donde no existen tantas carencias. Otro caso son las estaciones de metro y las de combinación (metro, bus y taxi), donde las muchedumbres son abrumadoramente grandes (a un nivel que jamás había visto), y donde la modalidad de robo es tan sencilla como meter la mano en el bolsillo, problema que con un poco de atención y estrategia se puede evitar (mirar bien, tener cosas repartidas en diferentes bolsillos, etc.). Como dije, la parte histórica de la ciudad merece una atención mayor, especialmente el entorno de la Rua 25 de Março.
Estación de la Linha Amarela, la más moderna de todas, hasta las manos (colapsada al dicho de un uruguayo) de gente dirigiéndose a blocos de carnaval en la zona de Pinheiros.
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La respuesta a esto es: como en cualquier ciudad del mundo, debes cuidarte, saber por dónde y cuándo andas, cómo tratar con extraños y no llamar la atención. Si puedes andar acompañado, mejor; si puede ser con un local, mejor aún. Si conoces el idioma y algo de la jerga local (fue mi caso), mejor aún. Soy consciente de que en los medios es común hablar de asesinatos y desarticulado de bandas de delincuentes, pero creo que no suponen un verdadero riesgo para quien visita la ciudad ya que generalmente se trata de crimen organizado y sus efectos sólo se ven en quien se mete en dichos asuntos (drogas, armas, etc.).
Otros problemas habituales pero que no merecen tanta atención por no ser dañinos, son el tránsito y los tiempos de espera. Efectivamente, si se intenta recorrer la ciudad en auto la experiencia puede ser terrible en las horas pico los días de semana. El metro afortunadamente es muy eficiente, y si se insiste en andar por tierra Uber cuenta con tres categorías (X normal, Black de lujo y Pool de taxis compartidos, que es también una forma de conocer la ciudad de forma barata y de paso trasladarse). Los ómnibus lamentablemente son lentos los días de semana. Lo más importante a tener en cuenta es con cuántas personas estamos y cuánta distancia queremos movernos. Mi solución fue precisamente recurrir un par de veces a Uber (siempre con algún amigo o compartido), y acceder al Bilhete Único, la tarjeta con la cual pueden pagarse los viajes en metro y ómnibus (también se puede pagar en efectivo comprando el ticket, fila a veces larga de por medio), aunque parece que hay poco stock y es difícil de conseguir. Si bien andar en auto en la semana es difícil, la ciudad los sábados y domingos es notablemente más tranquila. Lo mismo en la madrugada, momento en que también vale la pena recorrer las avenidas y sorprenderse con atractivos abiertos 24 horas.
Concluyendo
Otros problemas habituales pero que no merecen tanta atención por no ser dañinos, son el tránsito y los tiempos de espera. Efectivamente, si se intenta recorrer la ciudad en auto la experiencia puede ser terrible en las horas pico los días de semana. El metro afortunadamente es muy eficiente, y si se insiste en andar por tierra Uber cuenta con tres categorías (X normal, Black de lujo y Pool de taxis compartidos, que es también una forma de conocer la ciudad de forma barata y de paso trasladarse). Los ómnibus lamentablemente son lentos los días de semana. Lo más importante a tener en cuenta es con cuántas personas estamos y cuánta distancia queremos movernos. Mi solución fue precisamente recurrir un par de veces a Uber (siempre con algún amigo o compartido), y acceder al Bilhete Único, la tarjeta con la cual pueden pagarse los viajes en metro y ómnibus (también se puede pagar en efectivo comprando el ticket, fila a veces larga de por medio), aunque parece que hay poco stock y es difícil de conseguir. Si bien andar en auto en la semana es difícil, la ciudad los sábados y domingos es notablemente más tranquila. Lo mismo en la madrugada, momento en que también vale la pena recorrer las avenidas y sorprenderse con atractivos abiertos 24 horas.
Catedral da Sé (fondo) y el kilómetro cero de Sao Paulo (medio). |
Hemos hablado mucho de Sao Paulo. Los aspectos negativos, si bien enlisté varios, apenas influyeron realmente en mi visita y sigo creyendo que recorrer sus calles mereció la pena. Espero haber desmitificado muchos aspectos y relativizado algunos de los problemas que efectivamente tiene la ciudad. Si aún tantas opciones de diversión, paseos, iconos, compras y arte no resultaron convincentes, ¿qué lo hará?
Espero que les haya gustado mi primer entrada. Me gustaría leer sus comentarios sobre la ciudad o sobre los enfoques (y su calidad) que he tomado para hablar de ella.
Algunos links para saber más de Sao Paulo:
- Página oficial de turismo de Sao Paulo, y top 10 de puntos turísticos (en portugués)
- Sao Paulo visto desde la óptica de españoles en "Madrileños por el mundo" (1 hora 10 m)
- Programa sobre la Rua Augusta de Globo y La ciudad que nunca duerme (7 minutos ambos, en portugués)
- Info sobre los Sao Paulo Free Walking Tour (en inglés)
Dedicado a todos los que hicieron de mi estadía en Sao Paulo algo inolvidable.
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