viernes, 9 de marzo de 2018

¿Por qué Colombia?

Me encuentro escribiendo esto a pocos días de haber regresado de uno de mis mejores viajes (por no decir quizás el mejor hasta ahora) de mi vida.

Al igual que cómo sucediera el año pasado con mi viaje a Brasil, durante los meses previos y aún durante estos días posteriores, varios amigos y personas cercanas han mostrado curiosidad por mi selección, en función del dinero que tenía para gastar, los lugares adonde saben que ya había viajado y la oferta existente en la región.

Es por eso que quiero dedicar esta entrada a describir los porqués de mi decisión, algunos detalles técnicos, y a dar un pantallazo general de mis impresiones del país, como puntapié de una serie de entradas más detalladas que espero ir largando con el tiempo.

Entonces, ¿por qué elegí Colombia? Llegó el momento de explayarme.

Vista de Cartagena desde el Fuerte de San Felipe
Con cariño, dedicado a quienes hicieron de Colombia una experiencia inolvidable.
Todas las imágenes aquí publicadas pertenecen al autor. ¡Clic para ampliar!

Me gusta partir de un principio que a veces es difícil de comprender: ningún viaje resultará completamente en vano. En cualquier lugar que viajemos la experiencia nos devolverá algo a modo de recuerdo. Eso sí, está en nosotros encontrar el destino acorde a nuestras exigencias, deseos o metas.

Empiezo por esto porque he aquí la parte más personal. Quizás mi percepción del mundo, que es desde mi entorno geográfico inmediato (los países vecinos y los que con los cuales hacemos la América del Sur), se formó gracias a mis viajes familiares. Algunos, haciendo apología a los tiempos revolucionarios emancipadores, la reconocen como la Patria Grande. Yo simplemente la considero mi área natural, el lugar de donde soy. Al fin y al cabo casi todos hablan mi lengua y tenemos mucho pasado en común. Por eso quería y quiero aún seguir conociéndola, descubrir qué cosas tiene para sorprenderme, aprender y nutrir mi vida, cual búsqueda de tipo filosófica.

A veces nos fijamos en lo que vemos en las películas, la televisión o la publicidad, entonces añoramos con conocer exclusivos rincones paradisíacos, monumentos, ciudades y calles que son mundialmente conocidas, sin reparar en el hecho de que, al fin y al cabo, una vez que lleguemos probablemente ya conozcamos muchísimo y nos sorprenda poco. O más aún, ignoramos el hecho de que otros destinos tengan lugares como esos que permanezcan por allí, ocultos. El factor sorpresa incide mucho en nuestra satisfacción al viajar, y creo que Colombia iba a tener y tuvo mucho de eso, más allá de las series de Netflix sobre narcos.

Bogotá, vista desde los 3.100 m.s.n.m. del Cerro de Monserrate.
Por otro lado, soy una persona que disfruta mucho de los grandes entornos urbanos. Con 50 millones de habitantes y la población concentrada en áreas montañosas, a Colombia no le faltan ciertamente ciudades grandes, muy diferentes entre sí y que vale la pena conocer como turismo urbano.

Con estas ideas previas, exploremos ahora otros motivos para viajar al país:

La geografía

Decidí que febrero sería el mes para conocer el país, antes que nada por mis tiempos personales (receso estudiantil) y los costos (inferiores a enero), pero el paso de los días confirmaría mi decisión. Dada la ubicación ecuatorial del país, las temperaturas en general son constantes y sólo varían los niveles de lluvias a lo largo de los meses, con una estación seca y otra húmeda. Así, por ejemplo, en la costa colombiana durante el tiempo que pasé los días eran prácticamente siempre despejados y ventosos, lo cual se traduce como más comodidad para salir a andar.

Mismo así, Colombia no debe engañarnos ya que también es muy diversa en climas: las montañas crean muchos microclimas y es necesario saber cuál es el de cada ciudad que visitemos. Así, Bogotá, ubicada a 2.600 metros de altura, experimenta una suerte de invierno constante, mientras que Medellín, al estar encajonada en un valle, las temperaturas varían incluso entre los barrios, y hace honor a su "eterna primavera" regalándonos tardes cálidas y noches fresquitas. Una vez en la costa, Cartagena se volvió un calvario para mí producto de la fuerte humedad, mientras que Barranquilla y Santa Marta me regalaron vientos cálidos casi constantes, pero secos.

Colombia puede ser divertido simplemente por viajar entre climas en tan poco tiempo, de forma de no cansarnos y darnos cierto alivio. La desventaja de esto es que nos obligará a llevar más equipaje adaptado a cada situación. Y no, no opten por llevar sólo ropa de verano.

Playa en la zona de Rodadero, en Santa Marta
Ya he hablado de las montañas. No obstante, es probable que muchos de los lectores al pensar en turismo en Colombia, les haya surgido automáticamente la imagen de playas. Y en parte estarían en lo cierto, porque existen rincones bañados por el Mar Caribe realmente maravillosos, como Isla Barú (Cartagena) o el Tayrona, accesibles para varios presupuestos.

Es difícil reparar, incluso una vez allí, en que estamos ante uno de los puntos de mayor biodiversidad del mundo. A menos que uno no se interne en la selva, no lo detectamos hasta que comenzamos a ver bichos, plantas y sus flores, lo cual para muchos puede ser sencillamente fascinante. Imagínense entonces la cantidad de frutas exóticas que crecen allí, que vale la pena degustar.

Haciendo cuentas

Otro factor que influyó mucho en la mi decisión es, evidentemente, el de los costos de viajar por el país. A mi edad y en mi situación de estudiante y no emancipado, prioricé gastar mis ahorros en lo que sabría que me rendiría más: viajar más tiempo y sin sacrificar demasiados lujos. Y ciertamente Colombia cumple con esto ya que el país resulta muy barato, al menos desde ojos de un uruguayo. El costo de vida es inferior en términos relativos al de la mayoría de los países de Sudamérica y claramente los de Europa.

La moneda, el peso colombiano, es, omitiendo el caso venezolano, la moneda más devaluada junto al guaraní paraguayo; los precios tienen varios ceros y se expresan en "miles de". Si bien la inflación no es un problema, esto ha repercutido en el defasaje de los costos que uno observa al ir al supermercado (ejemplos 1 y 2) o a comer a un restaurante a la carta. Por el costo de salir a comer en el centro de Montevideo, conseguía cenar en un lugar un cheek en Bogotá y esa diferencia no es para menos.


Los precios del entretenimiento tampoco son para todos los gustos, siendo en general más baratos los lugares que frecuentan los locales; algunos ni siquiera cobran cover (entrada).

A la hora de sentarse a comer, la propina habitualmente es del 10%, aunque se insiste incluso legalmente en su no obligatoriedad, y es posible dejar un monto diferente en efectivo.

El transporte también resulta económico, tanto por tierra como por aire. En el primer caso, usar el sistema público es realmente barato: es fácil andar en bus (aprox. 2200 pesos ~ 0,7 dólares, según la ciudad) ya que las grandes ciudades tienen sistemas de carriles exclusivos, o también hay buses más pequeños (busetas) donde es posible subir y bajar en cualquier punto del recorrido; andar en taxi tampoco es caro. Respecto a los buses de larga distancia, a excepción de la costa y pocos lugares más, las montañas hacen que los viajes entre ciudades puedan demorar muchas horas y no serían muy recomendables. Como solución, hay varias aerolíneas que hacen tramos nacionales.

Los que hacen Colombia cada día

Qué sería de un país sin su gente, la que le da sentido a su existir.


Orfebrería Tayrona

Al igual que las otras naciones grandes de Sudamérica, estamos ante un país regionalizado, con tradiciones y acentos propios que vale la pena conocer. Saltar de Bogotá, hacia Medellín o hacia la costa caribeña es prácticamente como viajar de un país al otro. La composición étnica también cambia y se perciben las proporciones entre colombianos blancos, mestizos y negros que han generado un crisol de lo más interesante.

Aún persisten también decenas de tribus indígenas, que para el turista se manifiestan sobre todo a la hora de comprar artesanías basadas en sus diseños y técnicas. Una buena forma de aprender sobre ellos es visitando la red de museos que el Banco de la República tiene en todo el país, generalmente denominados Museo del Oro donde es posible saber de la historia, extensión, modo de vida y trabajos en metal (orfebrería) muy bien conservados.

Colombia también es la tierra de artistas famosos, y visitarla es una forma de acercarse y entenderlos mejor. Fernando Botero, conocido artista plástico ("el que pinta personas y cosas gordas") aún está vivo y sus obras pueden verse principalmente en Bogotá y Medellín, contando esta última ciudad con esculturas basadas en sus obras por toda la ciudad. Gabriel García Márquez, fallecido no hace tanto tiempo, dejó una huella imborrable en la literatura universal (y un Premio Nobel), y hoy en día cuenta con un centro cultural en su honor en Bogotá. En el ámbito musical, los ritmos son variados y algunos ampliamente conocidos, como la cumbia, la salsa y el vallenato. También hay cantantes que llevan su bandera por el mundo, tales como Shakira, Juanes, Carlos Vives, y otros pertenecen al ámbito fiestero latino como Maluma, J Balvin o Sebastián Yatra.

Plaza Botero en Medellín
El colombiano en su día a día, el que encontramos en la calle y en las tiendas, suele mostrarse amable y estructurado; con esto quiero decir que es común saludar a las personas al entrar y salir, desear buenos días y mostrar cierta predisposición a las consultas y pedidos. A veces el disco rallado de ser amable tiene como objetivo vender, pero en general es porque de verdad las personas son respetuosas y accesibles. El usted encuentra aquí su predominancia. Para el rioplatense, acostumbrado a saludar a amigos y familiares con un beso en la mejilla, la presentación mediante apretón de manos (exclusivamente) puede resultar un poco fría pero es habitual, incluso entre mujeres.

Iglesia en el centro de
Barranquilla
También, como toda sociedad, tiene sus defectos. Un fenómeno que observé bastante, que lamento y que he manifestado a mis amigos colombianos, es el machismo. A veces ocurría de forma directa con la presencia de mi amiga y compañera de viaje. Generalmente es un machismo inocente, que se ejerce sin saberlo, que afirma ciertos roles sobre la mujer, y pretende un trato sobre ellas que será medido siempre por el hombre que las acompañe, aunque uno (yo mismo) no lo pretenda. Fue así que las personas a veces se dirigían hacia mí para preguntar sobre ella con ella misma presente, y era difícil hacer cuadrar la idea de que no éramos más que dos amigos viajando.

Otra característica de los colombianos es su religiosidad, con un fuerte papel de la Iglesia Católica. Por un lado, es una maravillosa oportunidad para quienes disfrutan de conocer estos templos, que ciertamente abundan en casi todas las ciudades (cada barrio tiene por lo menos una o dos iglesias) y nos sorprenderán con sus diversos estilos. Por otro, podría explicar en parte esta percepción de sociedad conservadora que he tenido. Sea como sea, nunca faltarán las bendiciones de muchos de los que encontremos por el camino.

El momento especial colombiano

No quería finalizar mi explicación con este último porqué, quizás bastante personal y concreto. Me he propuesto vivir mis destinos según la situación histórica que se da en el momento en que estoy allí, de ese momento único.

Ciertamente, decidí visitar un país lleno de preconceptos y clichés.

Colombia transita por un momento muy especial, en vísperas de un nuevo ciclo electoral, con la novedad del histórico acuerdo de paz con las FARC (actualmente partido político). Me interesaba, entonces, ver de primera mano a una sociedad en una suerte de transición: ¿estaría fragmentada, unida, esperanzada por lo que vendría?

Viajé también para comprender el ya de por sí complejo conflicto colombiano, poco abordado desde afuera más allá de la prensa. Enfrenta a mucho más que al Estado y la guerrilla: grupos tales como paramilitares, milicias y (ahora sí) bandas de narcotraficantes, pero también se enfrentan ideologías y formas de ver el mundo. La peor parte se la llevaron los desplazados, que se cuentan por millones y han sido víctimas de los abusos de todos estos grupos. La reparación de los afectados y la pacificación con apertura a la vida política de los rebeldes son los dos grandes desafíos.

Como una ironía de la vida, un militar custodia la esquina de la Calle de la Esperanza, a pocos metros del Museo Militar en Bogotá.
Es importante aclarar que, tal como descubrí al llegar, la violencia en el país no ha cesado. En el ruedo subversivo aún persisten facciones como el ELN, que mientras yo me encontraba en el país declaró una suerte de "paro armado", con acciones concretas como incendios de vehículos, pequeños atentados contra las autoridades e incluso la voladura de un puente. 

Eso sí, y aclaro, la situación del país ha cambiado mucho respecto de esa imagen violenta que llegaba a nosotros durante los 90 y comienzos del 2000. La gente está cansada de ella, los propios grupos armados lo están y es sano comenzar a ver al país de otra forma. Atrás va quedando la sombra de Pablo Escobar y el cartel, de los secuestros y asesinatos de políticos, periodistas y demás civiles inocentes.

La Comuna 13 de Medellín fue durante décadas uno de los rincones más violentos del país y del mundo. Hoy, esta barriada pacificada se ha convertido en un paradigma del desarrollo a través de políticas públicas y cultura, siendo incluso un lugar turístico y visitable por todos.
Siendo objetivos, para un turista en este momento no debería considerarse seriamente un riesgo el conflicto. Sin embargo, sigue siendo muy comunes los operativos de seguridad en ciudades y carreteras del país. A mí particularmente me sorprendió la presencia de militares con armas largas custodiando edificios de gobierno, y la costumbre de que policías y guardias de seguridad soliciten la apertura de bolsos y mochilas o pasar por rayos X a la entrada de edificios, espacios públicos y eventos.

Finalmente, y en cuanto a la delincuencia, es sabido que en cualquier lugar del mundo es prudente echar un vistazo sobre nuestros enseres personales. En Colombia deberán hacerlo más aún y con esa idea me fui preparado. No resulta del todo seguro sacar a la vista nuestros celulares; una forma de darse cuenta es observando en qué momento los utilizan las demás personas. Lo que en nuestros países puede resultar común (yo personalmente lo hago todo el tiempo), aquí ciertamente no es recomendable y los propios locales te lo recordarán. Cámaras fotográficas por supuesto que tampoco, a excepción de lugares turísticos vigilados (el centro de Cartagena ciertamente es un lugar seguro), y siempre que podamos, estando acompañados. Eso sí, no abandonen del todo la práctica de tomar fotos, porque Colombia está lleno de lugares maravillosos para hacerlo.

En resumen

Viajé a Colombia porque:
  • es un país grande y de varios destinos cercanos
  • es barato y accesible
  • ya no es el país cliché de la violencia y el narcotráfico
  • su gente es muy interesante, diversa y acogedora
  • sus paisajes y climas son variados
  • es un buen lugar para probar comidas diferentes
  • no tiene aún muchos rincones explotados turísticamente
Pero aún así, ¿qué es lo mejor que me traje de regreso a casa? Yo creo que ha sido sobre todo , además de sabores, ritmos y palabras nuevas, aprendizajes para la vida, reflexiones, conclusiones, sensaciones de satisfacción y esperanza.

Nos reencontramos pronto con más anécdotas sobre este viaje.


Más información, para el viajero interesado:
  • La corriente es de 110 v y los enchufes de dos patas planas (como Estados Unidos y la región), así que es altamente recomendable conseguir un adaptador y evitar enchufar aparatos que no sean adaptables (generalmente los secadores de pelo son las principales víctimas; celulares, laptops y más casi siempre son adaptables).
  • El pago con tarjeta de débito o crédito no está tan extendido como en otros países, e incluso uno se ve obligado a pagar montos relativamente altos de paseos, tours o fiestas con efectivo.
  • Uber, si bien está en casi todas las ciudades importantes, aún es ilegal y generalmente los conductores piden mediante mensajería interna para recogerlos en una esquina o parte más solitaria de lugares céntricos o aeropuertos. Por lo barato que suelen ser los taxis, consideren comenzar por esta última opción.
  • No en todas las ciudades de Colombia hay taxímetro. En los municipios de la región costera la tarifa suele acordarse con el chofer según de qué zona a otra se viaje por lo que es recomendable preguntar previo a iniciar la carrera (atención con esto, turistas).
  • Además de las aerolíneas tradicionales (Avianca, Latam) también hay opciones low-cost (como Wingo o la que yo mismo utilicé y recomiendo, VivaColombia) donde solamente hay que preocuparse por llevar un poco menos de equipaje. La calidad de la atención es prácticamente la misma.

¿Qué ciudades recorrí?
  1. Bogotá
  2. Medellín
  3. Cartagena de Indias
  4. Barranquilla
  5. Santa Marta

1 comentario:

  1. Muy buena información,interesante sobre todo, teniendo en cuenta que es un país de nuestro continente al cual se lo conoce poco más que por las guerrilla y algunos de sus cantantes más famosos

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